martes, 22 de septiembre de 2009

Reflexiones sobre la almohada...

Hay un cadáver en mi libreta y una sonrisa menguante en mi rostro...
Hay un sin fin de ideas, y algunas tristezas, dentro de este extraño frutero...

y hay un enanito curioso que me confunde con algún otro loco.

Los monstruos deberían quedarse en el atrapasueños y, sin embargo, los escucho bajo mi cama.

Me han encontrado, pero ¡¡no me importa!! Seguro me olfatearon las ganas de escapar...
Vamos, ataquen...

Ahora hay otro cadáver... ¡Malditos suicidas!

Rojo... rojo... rojo... A veces me asquea ver tanto rojo.

(Al menos puedo estar segura de que hoy no terminaré escribiendo cartas de amor...)

De fondo, una sinfonía, pam... pam... pam... llega al clímax... ¡ah! ¡ah! ¡ah!

Todo se vuelve pesado, lleno de colores, más de los que conocía... casi no puedo respirar y mi piel comienza a arder en llamas. Entonces un golpe de aire y tristes violines desgarran sus cuerdas suavemente... un coro de grillos con voces de soprano susurra mi nombre y siento la ligereza de nuevo...


Oh, sí, ligereza... es como ser una frágil pluma que cae a un abismo de incertidumbre... (y seguramente ahí también aguardan algunos monstruos de esos que se alimentan de corazones y sueños).

Hmmm... quizá sea porque me inspiro a las dos o tres de la mañana, pero hay diminutos individuos alborotados en mi habitación, lo sé porque veo sus sombras, seguro insinuan que es mi turno de dormir, así pondrán en marcha sus planes para dominar el mundo en unas cuantas horas...


Y a fin de cuentas no expresé nada de lo que quería expresar, pero fue debido a los gigantezcos y ruidosos seres verdes que me hicieron perder el hilo...


¿Otro suicida?

Una manzana, por favor.


{...y en ese momento, se apaga la luz...}

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