jueves, 27 de diciembre de 2012

2012

Una se mira entonces a medio campo de batalla, y toma sus armas pa enfrentar lo inevitable, aunque a veces no se está segura, se cuestiona, se arrepiente o duda, pero al final siempre se decide por dar un paso más, por esperar otro ratito, por confiar una "última vez", y empuña por ejemplo su esperanza ante la afirmación de derrota, o su garganta gritona ante el silencio cómplice. La verdad es que una no sabe de estas cosas más que lo que ha aprendido en viejos cuentos y en canciones, pero sabe que hay que responder cuando la historia es quien pregunta de qué lado estamos, y hay que negarse a ser piedra muda, ciega y sorda, resignada a aguardar su final. Por eso es que toma ese pedacito de valor que descubrió hace tiempo, cuando enfrentaba a los monstruos escondidos bajo la cama, y avanza, lento quizá, y no sin tropezones, pero avanza, murmurando aquella consigna que le regaló un camarada electricista: "es cuestión de dignidad". Y una sabe que así es, e incluso no sólo eso, una sabe que es la vida contra la muerte, que son la belleza, la libertad, los sueños, que nos lo estamos jugando todo, como también sabe que es una empresa gigante para alguien tan pequeña, pero... no se está sola, aquí y allá hay quijadas apretadas y puños trabajadores que se alzan, hay un montón de sinceras utopías que exigen un mundo otro y se deciden a arrebatarlo a las bestias, a los dioses, al destino, o a quien sea que se ponga en frente. Y hay que tener bien clarito eso, no estamos solos, y cuando una esté blandiendo su rabia puede estar segura de que habrá otras, y otras, y cada vez más. Lo más lindo es cuando una se reconoce en esos otros, o cuando se encuentra otro corazón ahí, a un ladito suyo, en la primera línea de combate, de la barricada, y entonces entiende que amar y luchar, en este instante, tienen el mismo significado.