martes, 17 de agosto de 2010

domingo, 15 de agosto de 2010

...

Me gusta imaginar
que despiertas conmigo.

Que el planeta está un poco menos enfermo,
que no hay soldados en las calles,
y que se ha castigado a los asesinos
de ideales, de esperanzas, de sueños...

Que los mundos no se dividen
en primera, segunda y tercera clase,
que no hay más bombas,
ni víctimas, ni cortinas de humo...
que los dioses dejan de lado sus diferencias
y se largan lejos...

Que caen las fronteras
que rompían familias
y se empeñaban en separar
a una misma raza.

Que cada noche vemos el brillo
de un centenar de estrellas rojas.

Me gusta imaginar que por la mañana,
al abrir los ojos,
estás ahí.

Que nos curamos el miedo,
perseguimos cometas en vez de monedas,
que el ruido calla y la tormenta
-"esa por la que luchamos,
por la que murieron antes"-
limpia cielos, mares y ciudades...

Me gusta imaginar que no hay más cadenas
entre las personas,
ni más distancias entre tú y yo...

Me gusta imaginar
que despiertas conmigo...

miércoles, 11 de agosto de 2010

Notas de un viaje...

1.-
Desde hace días me siento fuera de lugar, quizá ya creo estar más allá que acá, no lo sé, pero todo parece tan ajeno que no soporto más esta sensación de nula pertenencia. Escribí antes que me parece estar frente a un espejismo a punto de resquebrajarse y que si mis dedos se atreven a tocar algo, por más suave que sea mi caricia, ésto que percibo como realidad caerá trozo a trozo hasta dejarme en medio de inexistentes paredes blancas... y no quiero saber si lo soportaría...

Es probable que vaya a re-descubrir si es verdad que hay una pequeña semilla creciendo en cada uno de nosotros, en él y en mí, pues por momentos el mundo, o lo que yo pretendo que sea el mundo, se reduce a nosotros dos... Y no lo niego, quizá también huyo de cosas -o de personas-, quizá deseo alejarme de algunos círculos viciosos que me es difícil romper. También es cierto que mi deseo a no permanecer callada, a volver de la vida una batalla, a escuchar en los suspiros de tantas personas un "ya basta" y en sus quijadas apretadas leer "Revolución", pueda ser otro de los muchos motivos por los que me marcho.

Nervios, emoción, incertidumbre, ilusión, quizá un poco de miedo...

Todo nuevo viaje trae consigo una agradable dosis de inquietud. El pensar en un lugar prácticamente nuevo, listo para descubrir, un pequeño mundo desconocido esperando que mis diminutos pasos -que creen ser gigantes- corran de un lado a otro sorprendiéndose con cada detalle, como cuando niña en un parque al que visito por vez primera, donde cada juego, rostro, piedra o flor se ve distinto, donde hasta el azul del cielo parece tener otro tono... Y si a ésto le damos el agregado de una personalidad casi caótica y desorganizada, amante de la improvización y la espontaneidad, ¿cómo no sufrir (o gozar) una mezcolanza de sentires previos al primer paso fuera de casa?

Sé que la puerta se cerrará tras de mí y me observará marchar, transmitiendo algún "cuídate", "vuelve pronto" o "diviértete" que dejarán colgando mi hermano y mi madre, y yo sonreiré mirando al sol rojo que irá acompañándome en los primeros momentos... Lo que pase después, es un misterio...

2.-
Lejos de casa, de las rutinas, de los mismos rostros cansados que comparten el andar cotidiano, lejos de las batallas que ya acostumbro librar, entre ellas una violenta distancia que, por ahora, presumo está rota y caen sus piezas en abrazos. Puedo decir que nada extraño, aunque es probable que yo misma me considere exagerada, piense con detenimiento en cada minúsculo detalle y mencione algunas excepciones, pero pareciera que se puede encontrar un sentido de pertenencia en el aire, en los aromas, en los rostros, qué sé yo, lejos de casa y cerca de él...

He dudado saber realmente lo que quiero, lo que busco, lo que hago... he dudado tantas veces saber dónde estoy y hacia dónde voy caminando, y más aún he dudado saber quién soy, pero en ese momento en que las sonrisas, las caricias, los besos o alguna repentina idea se encuentran como cómplices que se saben parte de algo más, pareciera que nada más importa, que el mundo lo podemos transformar dos personas...
Entonces lo miro y en silencio lo invito a construir ese mundo conmigo.

3.-
Y sentir cómo en un adiós queda un trozo de mí...
Cómo en ese beso que aunque se niegue a serlo es de despedida, y en el cual van atados cientos de suspiros, cómo en ese abrazo que lucha por volverse eterno aterrizan las tantas promesas que nos quedan por hacer y que juramos cumpliremos algún día, sin estar seguros y sin que nos importe lo que el futuro nos depare...

Y sentir miedo, miedo de tantas cosas, de la ausencia, de la incertidumbre, de extrañarle más de lo que creo soportar o de que no me extrañe tanto como dice, de que su mundo y el mío resulten incompatibles, y nuestro afán de mezclarlos no sea más que una fantasía de chiquillos que creen que nada es imposible... Miedo de que alguno de los dos deje de luchar por ese mañana que entre sonrisas hemos empezado a imaginar cada noche.

Y luego mirarle y desear poder arrojar lejos todas estas sensaciones, y no ocurrírseme otro sitio a donde huir que su pecho, y llorar un poco, otra vez, y sonreír después de un par de palabras suyas llenas de calma. Mirarle de nuevo y susurrar te quiero, mientras en silencio pido me repita que esto es mucho más que un sueño del que no quisiera despertar, y que cuando despierte estará ahí.

4.-
De nuevo en casa, desempacando esperanzas y cansancios, compartiendo en pequeños recuerdos para las personas más allegadas la magia de la que fui testigo... He perdido la cuenta de los suspiros que se me escapan en el día, creo que son demasiados (y dicen que los excesos son malos)... Dejar atrás un mes de increíbles sensaciones, un mes en el que quizá descubrí más de lo que hubiera esperado, como el convertir unos brazos en hogar o sentir en carne propia el miedo que siembran la injusticia y la impunidad...
Dicen que en el sur la gente vive con más carencias, quizá sea cierto, están un poco más lejos del infierno que resulta la llamada modernidad, hacen parecer que vivir y luchar son sinónimos, son menos máquinas y más humanos... No sé si a eso se le pueda llamar carencia, pudiera ser simple problema de interpretación, yo lo que sé es que esa vida regala más sonrisas.

Entonces suspiro de nuevo y hago un recuento de daños. Me doy cuenta de lo difícil que me ha sido en estos días fijar la atención en algo, cualquier cosa... lo complejo que puede ser desenredar emociones e ideas para colocarlas de forma adecuada entre coherentes letras, a pesar de sentir enorme necesidad de expulsarlas. Será a caso el peso de un problema no resuelto, causado por un imprudente uso de la supuesta libertad de expresión (tan imprudente como necesario...), será que me desacostumbré a lo que tengo aquí después de vivir de forma completamente distinta, o será su ausencia, que vuelve frías las noches y faltantes de un algo gigantesco a los días...

Y ahora llego sabiendo que marcharé de nuevo, que volveré y que, sin saber cuándo, seguramente será pronto. Y es que simplemente he sido hechizada por esas tierras que prometen días mejores, que florecen en una batalla contra el hambre y la desigualdad, que vigilan el andar de gente que no ha renunciado a lo que ama por lo que le dicen otros que debe amar, gente que lleva consigo, talvez sin darse cuenta, un corazón que resiste más. Y regresaré también a buscar sus besos, su calma, a mirarlo cada mañana a mi lado, a sentirme segura por la sencilla razón de saber que está conmigo, que hemos decidido trazar un porvenir...