martes, 1 de enero de 2008

Crimen

I
Entre desesperación y tedio,
un joven da forma a una idea,
le sonríe con gesto sombrío...
Al instante la desecha ,
¿cómo pudo ocurrírsele?
Sin embargo, sigue en su interior,
e inconcientemente, le da fuerza.

II
Aquella idea se vuelve semilla
dentro de su mente, crea una enredadera.
pero, ¿de dónde pudo concebirla?
por la noche lo atormenta,
¿será capaz?
lo divide; si y no... bien y mal...
Comienza una batalla,
y su enemigo es su conciencia.

III
Con curiosas hipótesis y elaborados argumentos
adormece aquel obstáculo,
traspasará a plano real su pensamiento
para así demostrarse que,
tanto los límites como la moral,
los puede moldear.
No le es posible perder más tiempo
sabe que podría volver a dudar...

IV
El momento del acto.
Ha entrado en un extraño trance.
Sus sentidos se encuentran excitados.
¡No hay otra forma!, se dice.
Un inmenso odio lo sofoca,
casi olvida respirar...
la adrenalina lo envenena,
recorriendo sus venas,
formando una atmósfera de tensión.
Y, extasiado, experimenta un sin fin de sensaciones,
notando, entre ellas,
un finísimo y delicioso placer.

V
Estupor.
Desconectado del mundo, del momento.
Un mar de preguntas lo ahoga
sin contestarse alguna...
¿Dónde está? ¿Qué ha hecho?
¿Estuvo bien? ¿Porqué?
Respira como sofocado,
Comprende que la arena dejará de caer...
pronto llegarán,
podrían descubrirlo.
De un momento a otro, crea una salida,
huye.
Se percata de que el azar estuvo de su lado.
¿Qué significa?

VI
Los sentidos le traicionan,
mareado y asqueado,
se observa solo...
demacrado.
todo su entorno cae a las penumbras.
Él, en un espiral que gira, gira y no se detiene.
Un escalofrío recorre su cuerpo.
Se estremece.
Rendido, pierde contacto con la realidad
y es sumido en un profundo sueño.

VII
Conforme las manecillas danzan,
aquella teoría que pareció tan sólida
se desvanece.
Se muestra enfermo,
cercano a la paranoia, y presa de un horrible cinismo.
La apatía lo envuelve,
y con la mirada perdida,
delata un inimaginable sufrimiento.

VIII
Teme y le temen.
Nadie lo sabe, es cierto, pero
las sombras van consigo a todos lados.
Dibuja en su rostro una maliciosa sonrisa,
a pesar de ser fugaz,
pues pronto regresa aquella mueca de dolor.
Bello ángel, ¿qué has hecho?

IX
Las preguntas vuelven a el
como diminutas pero penetrantes agujas
que se clavan en su pecho.
"A fin de cuentas, soy un hombre cualquiera"
susurra abatido para sí.
No deseaba creerlo,
la ira que siente es inconcebible.
Pero es verdad,
no consiguió cargar con aquella cruz.
Miedo. Arrepentimiento.
Y un exasperante vacío.

X
Tras todo acto similar, contempla dos caminos;
En uno, el alma se mancha de sangre una y otra vez,
terminando por desconocerse,
por no saber quién o qué es,
desfragmentada y perdida en su totalidad.
El otro, la redención que pudierase dar a sí misma.
Terminar con ello.
Sufrir, y aceptar tal sufrimiento.
Quizá así, pueda recuperarse.
Después de todo,
no era un hombre extraordinario
como creyó.

Fer de Lioncourt

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