Tengo el cuerpo lleno de ti. Te sudo, te lloro, te sangro e incluso te respiro. Me arranco trozos de piel y encuentro la tuya debajo. Mis ojos ya nos míos, se asombran y se espantan entre las pupilas con que ves doler al mundo. Mi voz, que en realidad nunca ha sido mía porque canta y grita las pasiones colectivas, hoy se acurruca en tu garganta y se vuelve humo para rozar tus labios. Brotas de cada poro, y mis manos no pueden sino recrear tu cuerpo en cada espacio vacío que me asfixia por no tenerte.
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