domingo, 25 de marzo de 2012

Puede ser que sólo busquemos
alguien con quién compartir la cama,
que sea el miedo a estar solos
en estos días de incertidumbre,
que los labios estén cansados
de maldecir, de blasfemar,
de gritar consignas al vacío,
y pretendan volverse vino,
que los puños apretados
anhelen ser caricia,
que nuestros pies detengan
esta enorme marcha
y esperen, un ratito siquiera,
sumergidos a las orillas
de un corazón entregado...

Puede ser que nos interese poco
saber que no nos conocemos,
quizá en el fondo son iguales
las penas y los sueños,
que nos damos cuenta de ello
con una mirada o una sonrisa,
y que, esta vez, con eso baste
para arrojar ternura,
para decir esas palabras
que antes no dijimos,
o para dedicar una canción
justo cuando despierta el día...

Puede ser que carguemos fantasmas,
que huyamos de cartas, de voces,
de mares que alguna vez llenamos
con nuestras lágrimas,
que recurramos el uno al otro
para sentir que no luchamos
contra molinos de viento,
que preferimos ser dos trocitos de dignidad,
a mirar el espejo y no hallar
más que nuestro rostro herido...

O puede ser que todo esto
sea una excusa más,
que por cuestiones del azar
sacamos la misma carta
y cruzamos al mismo tiempo ese espejo,
que nos encontramos y el silencio
comenzó a tejer historias,
que la esperanza que buscábamos
en el fondo del jarrón,
la bebimos yo en tus labios
y tú en los míos...

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