Tres años.
Se dice fácil...
Tres años de alegrías y tristezas,
de soledades dulces y amargas,
de vivir nuevas costumbres
y recordar viejos consejos.
Tres años de letras y dibujos
que pretenden exteriorizar
eso que a veces soy incapaz de decir,
de descubrir talentos
y perfeccionar defectos.
Tres años de giros hacia la izquierda,
de puños levantados y estrellas rojas,
de inventar esperanzas y creer en luchas.
Tres años de amores fugaces,
rotos, ensangrentados, eternos.
De noches buenas y días malos,
De llanto, de alcohol, de risas y blasfemias.
Tres años de golpes que no pensé recibir,
de canciones que rompen muros y distancias,
de extraviar los mapas y aprender a improvisar.
Tres años preguntándome quién soy,
disfrutando melancolías
mientras tarareo "Ojalá",
de verme reflejada en la pequeña Mafalda,
de leer a Benedetti (que ya tampoco está)
y dedicar algunos domingos a Woody Allen.
Tres años de extrañar un abrazo,
un "te quiero",
de no saber qué piensas de mí.
Tres años de alzar la mirada
y de sentir el cansancio de gritar al cielo.
Tres años de silencio,
de comprender que no había más
y sin embargo, sentirme satisfecha,
feliz.
Tres años.
Se dice fácil, pero ¡puta!
son tres años sin tí.
Se dice fácil...
Tres años de alegrías y tristezas,
de soledades dulces y amargas,
de vivir nuevas costumbres
y recordar viejos consejos.
Tres años de letras y dibujos
que pretenden exteriorizar
eso que a veces soy incapaz de decir,
de descubrir talentos
y perfeccionar defectos.
Tres años de giros hacia la izquierda,
de puños levantados y estrellas rojas,
de inventar esperanzas y creer en luchas.
Tres años de amores fugaces,
rotos, ensangrentados, eternos.
De noches buenas y días malos,
De llanto, de alcohol, de risas y blasfemias.
Tres años de golpes que no pensé recibir,
de canciones que rompen muros y distancias,
de extraviar los mapas y aprender a improvisar.
Tres años preguntándome quién soy,
disfrutando melancolías
mientras tarareo "Ojalá",
de verme reflejada en la pequeña Mafalda,
de leer a Benedetti (que ya tampoco está)
y dedicar algunos domingos a Woody Allen.
Tres años de extrañar un abrazo,
un "te quiero",
de no saber qué piensas de mí.
Tres años de alzar la mirada
y de sentir el cansancio de gritar al cielo.
Tres años de silencio,
de comprender que no había más
y sin embargo, sentirme satisfecha,
feliz.
Tres años.
Se dice fácil, pero ¡puta!
son tres años sin tí.
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