Tal vez guarda en su pecho una estrella fugaz.
Por eso es instante y su piel se viste con breves recuerdos,
casi imperceptibles, casi perfectos.
Siempre ha sido esa deliciosa charla, el trago anhelado,
el consuelo que buscamos de vez en cuando,
el poema que leemos de madrugada y que nos encanta,
aunque por la mañana no podamos recordar ni una línea.
Es ese momento lleno de vida que sólo un buen fotógrafo podría presumir de haber capturado. Y a veces se cansa de eso, y se pregunta cuándo eligió -o, más precisamente, si eligió- serlo. Y en esas noches en que uno se sirve sus culpas bien heladas, guardaba silencio y soñaba con ser algo más que un suspiro.
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