sábado, 22 de agosto de 2009
A mi hogar...
Esas caricias, tan repentinas,
son la cura a mi nostalgia,
son suave viento que se lleva
lágrimas que por la noche escapan.
Mis suspiros vuelven a él,
aferrados a esa vieja canción
que hace tiempo susurramos
por algún oscuro callejón.
Y las risas y los llantos
de algunos niños jugando
iluminan ese cuerpo,
ése que, como antes,
me permite vivir gozando.
Pues dicen que viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar,
así regreso yo a sus brazos
implorando la paz del hogar.
Y fue en él mi principio,
y es en él mi final,
es con su amor infinito
que olvido mi soledad.
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