Vuelvo a aquel beso,
a la mirada transparente
que prometía quedarse,
al primer dolor de pecho
con sus primeras lágrimas
engullidas casi a fuerza.
Al dulce verso
de alto grito,
a la poesía desnuda
que abraza discreta
y a sus tragos helados
de maldita ausencia.
Vuelvo al sentimiento
de rebeldía primigenia,
a la melodía compuesta
hace tantas voces
pero recién entonada
por mi insomnio.
A la inmensa negrura
de luna nueva,
acompañante en vela
del terco recuerdo
de manos conocidas
y rostros anónimos.
Vuelvo al lienzo en blanco
a la tristeza de volver
siendo distinta,
a la sana imprudencia
de cuestionarlo todo,
incluso tu cariño.
Y vuelvo a tu cuerpo,
y tu cuerpo es siempre.
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