calles heridas,
ineludibles testigos
de fracasos,
de agonías,
de fortalezas que tiritan de frío
maldicen al cielo
que pretende verlo todo
desde arriba,
pensándose ajeno,
creyéndose a salvo
árboles que quisieran
brindar un poco de sombra
a quienes cansados resisten
los embates de un destino
que no es destino,
que es consecuencia
de perder la memoria,
de desconocer su historia
piedras que se rompen
ante la mirada taciturna
del niño que pierde su infancia,
que obligado cambia
inocencia por comida
...
mas la noche encierra el rumor
de los hombres que conspiran entre sueños
planeando el viaje que haga
estallar al horizonte en gotas de utopía
y que así el cielo bañe calles,
árboles y piedras,
lavando la sangre de las plazas
y escribiendo la primera línea
de una historia llamada futuro
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