domingo, 20 de diciembre de 2009
...y dejar que se vaya...
Pienso en lo rápido que sucedió todo...
Resulta que me dirigía a un lugar de cuyo nombre... quisiera acordarme (o_O), cuando me distrajo una flor algo distinta a las demás, tratábase de un diente de león.
No suelo encontrarme dientes de león en mi camino
y ¡esa vez ví uno!...
Me acerqué y me invadió una enooooorme sensación de alegría. No había nadie al rededor así que lo tomé para llevarlo conmigo. (Lo siento si tenía dueño...)
¡Tenía un diente de león en mis manos!
Sí, sí, quizá suena exagerado, hay tantas flores por todos lados y hay, incluso, tantos dientes de león por ahí... pero ocurría que yo no había tenido uno tan cerca, no sé porque motivo, y durante años había caminado atenta para encontrar uno (tampoco sé muy bien el por qué).
En fin, el caso es que lo recogí y comencé a observarlo detenidamente con esa simpática e infantil mezcla entre curiosidad, asombro, ilusión y mucha, mucha fantasía.
Luego uno se va dando cuenta de esas pequeñas imperfecciones, de que podría tener ésto o aquello y con eso ser mejor...
Aunque, después de todo, esos "defectos" son las características con las que uno se encariña.
Anduve por ahí con mi extraño diente de león, en algunos momentos lo presumí con orgullo, en otros lo oculté para protegerlo, pero disfruté bastante el momento.
Entonces... pues...
bueno, creo que los instantes, por más intensos e increíbles que sean (lo sé, de nuevo parece ser que exagero), son simplemente eso, instantes, y mi camino en su compañía pareció terminar.
Con una lágrima en la mirada,
soplé sutilmente y lo dejé volar...
Quién sabe ahora qué pasará con él...
Más o menos así ocurrió, aunque talvez no era un diente de león
ni ninguna flor...
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