En medio de una patria mancillada
de campos ensangrentados,
y ciudades consternadas,
la impunidad pasea desnuda
por escuelas convertidas
en silencioso cementerio.
Las voces de los diarios y TV
continuan aplastando como pueden
la indignación que habla con pancartas,
y cuando estas son bastantes,
los gorilas con tolete se presentan
al servicio del dinero.
Hay días en que es difícil
arrancar el amargo sabor de derrota
de los labios que, sin embargo,
no quieren cansarse de gritar.
Es difícil mantenerse firme
ante tanto golpe que nos arruga el corazón.
Y para no morir de tristeza,
yo me abrazo a la esperanza
y a tu cuerpo.
Ayotzinapa duele.
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