Amanece con hambre y frío,
con las ilusiones escondidas
debajo de las cobijas,
con los vidrios empañados,
lo mismo que las promesas
de un mañana sin dolor de huesos
y sin deudas.
El noticiero con su somnolienta voz
adorna las verdades
-las terribles verdades-
con luces de color y caramelos,
aunque las luces no enciendan
y no haya caramelos para todos.
Los zapatos arrastran su lamento
antes de salir de casa
para abordar el torbellino cotidiano
de cansancio y resignación,
del "así son las cosas",
del "no pasa nada".
De rato en rato, alguien
desvía la mirada al cruzar la calle,
y encuentra a un par de chiquillos
jugando con latas,
o a viejas señoras tejiendo sonrisas.
Y pensamos que así transcurre la vida,
que así termina otro año,
que nos queda compartir el pan
y abrazarnos a nuestros sueños fracturados.
Pero el frío y el hambre vienen siempre
con un rumor ligero y disperso, en principio,
y arrojado y violento si las horas pasan.
Es un rumor que crece, silencioso,
cuestionando la desesperanza,
que abre las cortinas y arranca las cobijas,
que, no sabemos cuando, nos empuja fuera.
Y se acurruca en los cristales,
en el diario, en las calles,
en los niños y en los ancianos,
y se vuelve grito, y rabia,
y se comparte en el pan
y en el abrazo
del nuevo año.
lunes, 23 de diciembre de 2013
viernes, 13 de diciembre de 2013
Venceremos
Avanzan, es cierto,
avanzan por encima de todo
y de todos,
y caemos, berreamos,
gritamos, golpeamos,
corremos, callamos,
desesperamos, luchamos,
y pareciera que nada pasa.
Duele, en serio que duele,
pero no hemos sido derrotados,
ni tu generación ni la mía,
la rueda de la historia no para,
la guerra aún no termina,
y en los surcos de tus manos,
y en tu mirada cansada,
está el susurro que aguarda paciente
la marcha de otras manos
y el despertar de otras miradas.
Escucha, escucha,
que entre tanta sangre
y tanta muerte,
el futuro viene entonando
el venceremos.
(En un contexto de verdadera contrarrevolución, de desánimo e impotencia de los compañeros, él se negaba a creerse derrotado y yo me abrazaba a su esperanza.)
avanzan por encima de todo
y de todos,
y caemos, berreamos,
gritamos, golpeamos,
corremos, callamos,
desesperamos, luchamos,
y pareciera que nada pasa.
Duele, en serio que duele,
pero no hemos sido derrotados,
ni tu generación ni la mía,
la rueda de la historia no para,
la guerra aún no termina,
y en los surcos de tus manos,
y en tu mirada cansada,
está el susurro que aguarda paciente
la marcha de otras manos
y el despertar de otras miradas.
Escucha, escucha,
que entre tanta sangre
y tanta muerte,
el futuro viene entonando
el venceremos.
(En un contexto de verdadera contrarrevolución, de desánimo e impotencia de los compañeros, él se negaba a creerse derrotado y yo me abrazaba a su esperanza.)
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