Sucede que, al despertar
y encontrarme en una cama compartida,
me pregunto si conozco a la persona
o si tan sólo sé de su cuerpo.
Me levanto y pienso
qué disfraz llevaré hoy,
o si prefiero, a pesar de todo,
mostrarme desnuda y transparente.
Trago un montón
de noticias podridas,
como cada mañana,
y se vuelve necesario
una dosis de esperanza
lista para ingerir
y continuar...
y encontrarme en una cama compartida,
me pregunto si conozco a la persona
o si tan sólo sé de su cuerpo.
Me levanto y pienso
qué disfraz llevaré hoy,
o si prefiero, a pesar de todo,
mostrarme desnuda y transparente.
Trago un montón
de noticias podridas,
como cada mañana,
y se vuelve necesario
una dosis de esperanza
lista para ingerir
y continuar...
Salir a la calle
se vuelve un constante encuentro
con monstruos y bellezas
con miedos que se arrojan,
fracasos que se levantan,
y desventuras que ríen,
y no puedo evitar sentirme
a veces en un circo
y otras en un cuento.
Luego regreso,
un poco enferma
por tanto aire de derrota
que se aspira cuando la cosa
no va bien,
pero quizá pensando
que al otro día
se tomarán las calles
y nos curaremos de todo,
hasta de las ausencias.
Bebo un vaso de utopía,
preparo la cama,
me despojo de ropas,
mentiras, dudas,
cansancios,
y frente al espejo
lanzo incómodas preguntas
antes de atravezarlo
y terminar una jornada más...
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