Yo no sé si era él la causa,
pero sé bien que ese día
amaneció un poco más temprano
y la ciudad lucía un poco menos triste.
Salí cargando revoluciones en el estómago
y una dulce sonrisa que, aunque intentase,
era imposible de ocultar;
y es que, para esas cosas, sigo pareciendo una chiquilla…
Él esperaba con un par de cervezas
para matar el calor,
y su nitidez puesta sobre la mesa.
Luego, a solazarse con lo prohibido.
A desnudar un par de esperanzas en que la cosa cambie,
a curar con besos los sueños rotos y desgastados,
a ofrecer en fluidos otra dosis de fortaleza,
y a entregarse a la confianza de saberse sinceros,
siquiera por un momento.
Después de todo, se trataba de un momento,
y ambos debíamos saberlo.
Él agradece y suspira,
mientras le sonrío, callada, y le amo.
Tomamos entre carcajadas nuestros miedos,
las rutinas, las luchas, las culpas,
las alegrías y las pasiones,
y nos vestimos de nuevo.
Luego, ese juego casi adolescente
de cómplices miradas,
de manos que se buscan distraídas,
de labios que furtivos se rozan,
de no soltar ni una palabra hasta estar solos…
Y es entonces cuando le susurro en silencio,
“no permitas que me enamore de ti…”
1 comentario:
Descubrí este sitio por casualidad y me maravilló.
Mi antiguo blog era la imprentadefar.blogspot.com. Recientemente migró a cosmogundemaro.blogspot.com
Cordiales saludos desde Andalucía.
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