domingo, 17 de febrero de 2013
¿Ya conocen nuestra prensa?
A veces tantos pensamientos retrasan el sueño, y conociendo mi enorme facilidad de llegar tarde, le advertí que esperara 15 minutos, y al fin cerré los ojos para no faltar a esa cita. Habíamos acordado encontrarnos detrás del templete del mitin central, así que llevé mi bandera y algunos ejemplares del más reciente número de nuestra prensa, por si acaso podía vender o sacar algún contacto, que en realidad no me parecía prioritario en ese momento, yo simplemente quería verlo. Amarré mis agujetas y di un salto a ese extraño torbellino lleno de puertas, ventanas, y peligrosos agujeros en las paredes (peligrosos porque juegan con el viajero y lo mandan lejos, lejos, entre lo oscuro y lo desconocido), y bueno, no estoy segura -nunca lo estoy, no termino de comprenderlo- de cómo elijo por donde salir y a qué lugar llegar, pero supongo que esta vez algo tenía que ver el que muy, muy dentro de mí, repetía una y otra vez que mi destino era donde él estaba. Luego, lo de siempre: como si me introdujera en una licuadora junto a un montonsito de luces, ruidos, colores, calores, lluvia y seres -o cosas- sin forma, y cuando presentí que faltaba poco, ¡demonios!, un maldito ataque de tos que al parecer desvió el curso, por lo que tras un corto pero aterrador temblor, y un golpe en la cabeza, aterricé en un extraño pastizal. Pretendí levantarme en seguida y pasar desapercibida, al menos mientras vislumbraba algo conocido o intentaba orientarme, lo que de por sí me es casi imposible. Bien, pues eso de pasar desapercibida no resultó tan complicado. Había una multitud de no sé qué criaturas, que entre gruñidos parecían soltar consignas o algo parecido. Eran de muchos tipos, pero todas con un oscuro pelaje, unos profundos hoyos en vez de ojos y unas muy delgadas patas, los había con cuernos, con alas, con brazos cortos y largos, con dientes, chimuelos, con horribles colmillos, y de muy diversos tamaños, aunque la mayoría pasaban los 3 o 4 metros. No sé decir si fue más fuerte el temor o la intriga lo que sentí al ver tantas de esas criaturas aglutinándose alrededor de una plataforma natural, formada por rocas tan lisas que reflejaban el brillo de las estrellas, y como en estado de espera, pero me fui acercando lentamente y cuidando de no pisar sus delgadas patas. Cuando estuve lo suficientemente cerca, me detuve y aguardé intentando descifrar lo que decían, hasta que un jaloneo en mi espalda me provocó un tremendo sobresalto. Una de esas criaturas trataba de sacar mi bandera de la mochila, él jalaba y refunfuñaba, y yo, del susto, caí de espaldas soltando un fuerte grito que provocó que más de ellos se acercaran. Realmente no sabía qué hacer, por un momento me encorvé y cubrí mi cabeza, pero ellos parecían inmersos en otro asunto, discutiendo a regañadientes, por lo que poco a poco me fui incorporando. Ni cuenta me di del momento en que la bandera salió de mi mochila, hasta que uno de ellos la levantó y me la dio, supongo que amablemente (me cuesta trabajo pensar en amabilidad cuando recuerdo esos profundos pozos donde debiera haber ojos). Ellos continuaron hablando, y fue cuando ocurrió lo más extraño de la noche, me percaté de cómo iba entendiendo lo que decían, hasta que sus gruñidos se volvieron claras palabras inteligibles, y así me di cuenta de que hablaban de sus problemáticas, de elaborar un pliego petitorio y de que sin organización no llegarían a ningún lado. ¡Vaya! Tras escucharlos en silencio, tratando de imaginar su situación particular, me levanté y le pregunté a uno de ellos si podía yo intervenir en su discusión. Parecieron aún más intrigados que yo, pero abrieron su círculo y me observaron atentos. Partiendo de esa última aseveración de ellos acerca de la importancia de estar organizados, compartí las experiencias a las que nos enfrentamos en nuestra dimensión, que al parecer no son muy distintas, toqué rápidamente la situación en los distintos países, y les platiqué un poco de la resistencia del SME... ¡El SME! ¡El mitin! ¡Mi cita! Creo que hasta ese momento volví a sentir segura mi vida, porque comencé a inquietarme por la hora, preguntándome si él seguiría esperándome o si quizá pronto fuera a amanecer y se desvanecería la oportunidad de verlo... Oh, pues después de un momento en que pensé todo ello, saqué de la mochila un par de ejemplares de El Trabajo, y se los ofrecí (¿ya conocen nuestra prensa?). Luego comencé a hablar disparates, como ocurre cuando me pongo nerviosa, pero finalmente apunté el contacto de uno de ellos. Ahora pienso que debí haberme quedado a discutir más, pero temía que los portales se cerraran, así que me marché, no sin antes proponerles una nueva reunión en la que pudieramos platicar más tranquilamente (es decir, que no esté tan cerca el amanecer...). Me arrojé de nuevo al torbellino que me recuerda a una licuadora, y en el camino pude ver de lejos el mitin central y el templete, y sé que también lo vi a él, o al menos lo sentí, pero con el tiempo en contra tuve que volver a mi cama. Cuando desperté no recordaba prácticamente nada, pero hace rato, él me mandó un mensaje para decirme que estuvo buscándome en el sitio acordado. Eso me hizo revivir la madrugada y, bueno, ya habrá tiempo de contarle todo esto. Creo que lo invitaré a que vayamos juntos a discutir con esas extrañas criaturas.
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