viernes, 15 de junio de 2012

La Rebelión de los muertos

De dos compañeros en resistencia del Sindicato Mexicano de Electricistas:

 LA REBELIÓN DE LOS MUERTOS

Abandonando sus sepulcros, los muertos niños, los muertos estudiantes, los muertos campesinos, los muertos indígenas, los obreros muertos, las muertas de Juárez, las niñas y los niños del ABC, los obreros mineros sepultados en la mina de carbón de Pasta de Conchos, los jóvenes estudiantes asesinados el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971, los victimados en el Tec. De Monterrey por el fuego cruzado del cruzado Felipe Calderón, los campesinos masacrados en Aguas Blancas, los hombres y mujeres violentados en Atenco, los indígenas victimas del genocidio de Acteal, todos ellos, a unos días de celebrarse las elecciones presidenciales que definirán el futuro del país, se pasean entre nosotros para darle una arregladita a la historia.

Quizás debido a su experiencia personal prefieren el guión del drama, la secuencia de los hechos a la manera de la telenovela les aburre. Los muertos y los agraviados de Atenco, en representación de los muertos y los agraviados del régimen, ocuparon sus asientos en la Ibero y le recompusieron la plana al heredero generacional de la impunidad transexenal. Simplemente le arrebataron el bolígrafo. Sin el pilar sostenedor de la historia oficial, salió del recinto transfigurado. Ya nunca más sería el gobernador exitoso flotando en la burbuja de la realidad televisiva; el perfume parisino de embelesadora fragancia que lo acompañaba hasta ese entonces, desprendía ya un hedor a sangre.

Como castillo de naipes, los asideros en los que se sustenta el adormecimiento de la conciencia, han ido cayendo uno a uno a velocidad de bólido. Los medios de comunicación al servicio de la oligarquía escuchan, sin saber todavía que sucedió, los dulces tonos del réquiem que los ensordece al borde de la locura. La representación simbólica de la cultura decadente en la que se ha regodeado la impunidad, sufre los estertores que acompañan al caduco sistema de representación política y su corrupto régimen de partidos.

La insurgencia popular realiza para sí, la revolución de su autonomía y arrebata la acción política de manos de quienes la han usufructuado con deslealtad al pueblo. La irrupción popular se representa a sí misma en las calles. El espectáculo es inigualable. Los candidatos del oscurantismo huyen escurridizos de las universidades y se refugian en los sótanos de su ambiente partidario en el que son aclamados por el último reducto de la manipulación y la demagogia.
Los muertos, nuestros muertos, como dueños del tiempo, no obstante la variedad de opciones, se sienten mejor cuando son convocados por el presente.

¿Será que nuestros muertos también son #132?