Ellos no escuchan,
se han vuelto piedras arrogantes,
impenetrables, indiferentes,
no comprenden nuestro dolor
y lo rechazan,
nos miran distantes,
con repudio,
nos cuestionan por ser distintos,
no lo entienden,
y quizá no son culpables,
quizá son más víctimas que nosotros,
porque son piedras
y nosotros plantas,
y somos viento y alegría,
somos fortaleza y dignidad,
somos alimento y hogar,
somos vida;
y como vida, exigimos
nuestro derecho a estar,
a ser, a crear...
pero ellos no entienden,
porque no se me mueven,
porque son paredes
que contienen el cambio,
y nosotros semillas de rebeldía,
ellos ya desconocen
sus propios colores,
los han cubierto de un gris
que ni llora ni ríe
se han vuelto balanza
entre el costo y el beneficio,
y cuando uno ama
eso no existe,
por eso no entienden...
se asombran ante nuestro vuelo ligero,
ante nuestras ansias de arder,
de alcanzar el cielo,
de tararear melodías a media noche
entre penas y goces,
entre besos y caricias,
sin peros, sin precios,
enteras, libres...
y no lo entienden...