Él contaba otra historia
mientras ella trazaba un nuevo sueño,
luego las caricias se encontraron,
los conejos llegaron a la Luna,
el Sol azteca envolvió a su hijo
y en algún lugar temblaron las pirámides,
pues el corazón de la tierra
latía más y más con cada respiración agitada
de aquellos cuerpos que se amaban,
por vez primera,
entre los campos de maíz,
como en honor a tantos dioses,
como si fuese la última,
como si el mundo estallara ahí mismo
y abriera su vientre para parir
una nueva era...